Imaginemos que estamos en el interior de un enorme reloj mecánico, con miles de años de antigüedad, lleno de tornillos, engranajes, muelles y miles de otras piezas que funcionan en forma sincronizada y rítmica, produciendo movimientos y sonidos alucinantes, en un sistema perfecto con el único objetivo de marcar las horas, los minutos y los segundos. Ahora imaginemos que alguien, movido por la ignorancia o la maldad, extrae de esta maquinaria la pieza más pequeña y en apariencia insignificante para dejársela como recuerdo. El reloj deja de funcionar de inmediato…
Un bosque funciona igual que un reloj gigante, en donde las piezas mecánicas son reemplazadas por animales, plantas, hongos, bacterias, agua, luz de sol, temperatura y mil cosas más, interactuando todas entre sí para lograr que el bosque en su totalidad sobreviva por siempre. Al igual que un reloj, un bosque también produce movimientos y sonidos generando ritmos y frecuencias fantásticas. Si alguien extrae de un bosque, por ejemplo, una sola planta o insecto del tamaño de una uña, el bosque no se detiene de inmediato, pero se activa un lento proceso de aniquilación de las demás especies, que pasa desapercibido a los sentidos de las personas hasta que nota, años más tarde, la desaparición de los animales más comunes, o la muerte en pie de los árboles más grandes.
Un bosque es el más fino, perfecto, sincronizado, biodiverso y frágil sistema producto de millones de años de evolución y perfeccionamiento que el ser humano jamás logrará ni siquiera dimensionar.
Los bosques y sus engranajes siguen siendo alterados y destruidos por la humanidad, por lo que el tiempo se puede detener en cualquier momento. Los bosques son intocables.
Manuel Víquez Carazo. Director de Biodiversidad, La Marta Refugio de Vida Silvestre.