El alma de la Marta

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El alma de La Marta


El pasado.
 
Aunque se sabe muy poco del origen ancestral del sitio en donde se ubica La Marta, hay muchas evidencias de que fue un territorio densamente poblado por la cultura cabécar y hubo una gran actividad humana por las favorables condiciones geográficas del área.
 
La más clara evidencia de lo anterior es que durante muchos años el sitio fue severamente saqueado por los “huaqueros” de la zona quienes se dedicaban a buscar y a desenterrar principalmente vasijas de barro, metates de piedra y principalmente figuritas de oro, las cuales eran vendidas a “la gente de ciudad” en una época no muy remota en que esta era una actividad comercial legalmente aceptada.
 
Las primeras evidencias de la historia moderna en el sitio datan de 1870 cuando se estableció una hacienda agroindustrial administrada por una sociedad formada entre costarricenses, estadounidenses y británicos, quienes realizaron una enorme inversión financiera y tecnológica para establecer el proyecto en mitad de la selva caribeña, el cual fue bautizado como “La Martha”.
 
Esta hacienda se comenzó a desarrollar casi al mismo tiempo que la vecina Turrialba, pero la primera tenía la gran ventaja de contar con una gran inversión de capital y tecnología extranjera, pero una serie de eventos impidieron que La Marta se convirtiera en una ciudad.
 
De la existencia, desarrollo y fin de la hacienda La Martha quedaron muy pocas evidencias, casi todas ellas transmitidas oralmente a lo largo de los años hasta nuestros días, pero suficientes para conformar la “leyenda de La Marta”, la cual hasta la fecha no ha logrado ser verificada por historiadores que han investigado el tema.
“La Marta siempre ha sido muy celosa de su identidad, y debe tener muy buenos motivos para ocultar su pasado”.

Sin embargo, hay muy claras y abundantes evidencias biogeográficas que indican que el establecimiento de la hacienda se realizó a costa de la destrucción de varios cientos de hectáreas de bosques caribeños para producir café, caña, banano y cacao para exportar.

Por su parte, la tradición oral cuenta que en 1930 una tragedia ambiental destruyó el caserío en donde vivían los trabajadores de la hacienda con la pérdida de muchas vidas, lo cual marcó el final de la empresa y de todos los proyectos que allí había.

De 1930 a 1991, La Marta permaneció completamente abandonada y toda la infraestructura y maquinaria fueron cubiertas y sepultadas por la magnífica selva que nuevamente se levantó a reclamar lo que una vez le perteneció.

La “cosmicidad” de La Marta.

En Costa Rica, solamente el Sanatorio Durán y la Isla San Lucas tienen una historia contemporánea tan rica como “la leyenda de La Marta”: una serie de hechos que hacen pensar que las cosas no se producen al azar, sino que todo tiene un motivo:

"Todo está escrito en el manto de la noche con tinta de estrellas”.

Lo que una vez fue territorio cabécar, cubierto de espectaculares bosques llenos de paz y armonía, de la noche a la mañana la codicia y la soberbia de unos pocos hicieron que naciera La Marta en medio de la destrucción de la naturaleza y de la cultura ancestral, de la explotación del suelo y de los seres humanos, de la degradación de los ríos.
 
Pero olvidaron que La Marta es parte de Kabar-Jérikä-Takí (nombre en cabécar de la gran cordillera de Talamanca), el único territorio de todo el continente americano cuya naturaleza y pueblos ancestrales frustraron todos los intentos de la conquista española, y una vez más la indomable montaña liberó su enorme energía para destruir en muy pocos años, toda la barbarie reinante en la hacienda.
 
La naturaleza de inmediato comenzó a reclamar lo que la hacienda le arrebató: la selva se tragó las plantaciones, los caminos y cualquier cosa construida por los humanos y la paz y el silencio volvieron a reinar en el sitio.
 
Las pocas personas que vivieron y trabajaron en la hacienda se fueron a vivir a los alrededores y fundaron los pueblos vecinos que se encuentran a sus pies, y La Marta se convirtió en algo así como “el sitio prohibido” o “la tierra de nadie”.
 
El 14 de junio de 1991, las fuerzas del cosmos hicieron que La Marta pasara a formar parte de la existencia de dos universidades: la Ulacit y la Castro Carazo.

"¿Quién sino una universidad -comunidad de expertos y académicos-puede convertir a La Marta en un lugar dedicado a la educación y a todas las manifestaciones de la cultura?”.

Han pasado treinta años desde que el primer grupo de estudiantes y profesores visitó La Marta para descubrir los vestigios de su doloroso pasado y conocer la inigualable belleza de sus bosques prístinos, y desde entonces miles de personas han recorrido su zona histórica y han disfrutado de sus senderos, vegetación, paisajes y ríos.

Hoy,  la voz de La Marta es muy clara y está siendo escuchada cada vez por más y más personas visionarias y de espíritu noble y empático:

“El mismo lugar en donde una vez se agredió a la naturaleza y a la humanidad, está destinado a convertirse en un lugar de culto para ambas”.

La Marta es un aula-laboratorio de dos universidades y como tal está abierta al mundo para que allí coincidan las mejores manifestaciones científicas, tecnológicas, filosóficas y espirituales, y crear allí los nuevos métodos y paradigmas para relacionar a la sociedad con su entorno natural, como la sostenibilidad, la eco-formación, la conciencia planetaria, el pensamiento en cuarta dimensión, la primordialización, y todo aquello que contribuya a que las personas alcancen el más elevado nivel empático con el mundo que le rodea.
 
La antigua hacienda ahora es el lugar perfecto para investigar y comprender, entre otras cosas, el enorme poder de la naturaleza sobre la codicia y soberbia, las causas y efectos del cambio climático, las prácticas para la restauración del ambiente y lograr un desarrollo social en armonía con la naturaleza.
 
La Marta es una lección muy clara y contundente no solo para Costa Rica sino para el mundo entero, y la mayor cantidad posible de personas deben convertirse en relatores de su historia.

“La historia de La Marta se repetirá tantas veces como la soberbia y la codicia intenten regresar”.
lamartaorg
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